¡¡Feliz año nuevo!!
Comenzamos un nuevo año y hacemos confiados propósitos, como empezar a ir al gimnasio, andar todos los días, dejar de fumar…
los míos son el deseo de cada día, aprender
a hacer el bien. Parece una cosa sencilla pero hay que proponérselo y
concretarlo a diario. Podemos pensar cada uno, pero… ¡si yo estoy enferma!, o,
¡nadie quiere hacer el mal, luego hace el bien!.
Intento hacer un rato de oración cada mañana y me
propongo posibles metas: llamar a esta amiga que está enferma; hacer un favor a
quien me lo ha pedido; ayudarle a una amiga a tomar una decisión… ¡hay
muchísimas posibilidades! Son detalles pequeños porque la vida se compone de
muchos, muchísimos hechos de importancia limitada. ¡En eso encuentro mi felicidad y estoy segura que me gano el cielo!
Os dejo algunas frases para pensar que a mí me han ayudado:
Me gusta
recoger unas palabras que el Espíritu Santo nos comunica por boca del profeta
Isaías: discite benefacere, aprended a hacer el bien. (...)
La caridad con el prójimo es una manifestación del
amor a Dios. Por eso, al esforzarnos por mejorar en esta virtud, no podemos
fijarnos límite alguno. Con el Señor, la única medida es amar sin medida. De
una parte, porque jamás llegaremos a agradecer bastante lo que El ha hecho por
nosotros; de otra, porque el mismo amor de Dios a sus criaturas se revela así:
con exceso, sin cálculo, sin fronteras.
La misericordia no se queda en una escueta actitud de
compasión: la misericordia se identifica con la superabundancia de la caridad
que, al mismo tiempo, trae consigo la superabundancia de la justicia.
Misericordia significa mantener el corazón en carne viva, humana y divinamente
transido por un amor recio, sacrificado, generoso. (Amigos de Dios,
232)
No hay comentarios:
Publicar un comentario